“Me sacaron un ojo, me cortaron un brazo... pero gané al fascismo”


“Me sacaron un ojo, me cortaron un brazo... pero gané al fascismo”: Acaba de cumplir cien años. Es uno de los últimos combatientes republicanos de la guerra civil española. Está orgulloso de haber luchado por la República, por la libertad, y por la democracia contra el fascismo, que quería acabar con ellas. Es socialista de corazón -cada vez que pronuncia esta palabra, se toca el lado izquierdo con la única mano que le queda, la izquierda-. Estuvo en los frentes más duros, y no pudo esquivar tanta barbarie sin salir ileso. Es uno de los últimos mártires de una guerra fratricida de la que es memoria viva. Su nombre: Manuel Gallego-Nicasio, natural y vecino de Herencia, en la famosa Mancha de Don Quijote. Se casó en plena guerra, mientras se reponía de sus graves heridas, con Agustina Gómez-Calcerrada, fallecida hace poco. Nació el 17 de febrero de 1917.

Se alistó voluntario en cuanto estalló la contienda. Su bautismo de sangre fue junto a la XV Brigada Internacional en la batalla del Jarama, ensayo, como luego se demostró, de la Segunda Guerra Mundial. Una de las batallas más cruentas de la guerra civil, caían a diario mil combatientes de uno y otro bando, cerca de 20.000 muertos en el tiempo que duró, del 5 al 17 de febrero del 37. Uno de los peores frentes en los que se sucedieron las confusiones, tanto de idiomas, por la variedad de países que participaron, como de armamento, hasta el punto de tener que construir las mujeres bombas y explosivos con latas de conserva y botellas.

Nuestro “cumplesiglo”, herido en esa batalla en un oído, hoy perdido, fue destinado luego a otros frentes, donde fue dejando partes de su cuerpo, hasta integrarse en la leva que Federica Montseny calificó como “la Quinta del Biberón”, añadida a la XV Brigada Internacional; jovencitos menores de edad, entre 17 y 20 años, reclutados de 1938 al final de la contienda. No solamente en el bando republicano echaron mano de menores, también el bando nacional hizo lo mismo, desde los inicios del levantamiento, en su avance de sur a norte por Extremadura. Estas levas de menores se convirtieron en reclutamientos normales con Hitler, que cuando se veía perdido, mandó al frente a niños de doce años, y así ha seguido en otras muchas guerras; todavía hoy, niños de 7 a 16 años siguen luchando en los frentes de batalla... Hasta este extremo hemos degenerado.

Mutilado, símbolo de la España que predijo el insigne Unamuno en Salamanca, contrarrestando el paradójico grito de ¡viva la muerte! de Millán Astray, fundador de la Legión y amigo íntimo de Franco, nuestro combatiente tuvo que buscarse la vida en una España rota, temerosa, miserable y muerta. Venciendo dificultades, hambres y miedos, ha llegado a los cien años. Todo un siglo de guerras, persecuciones y avatares, agravadas en su caso por haber perdido la contienda entre el fascismo y la libertad. “Pero al final, gané -matiza-. Me sacaron un ojo, me cortaron el brazo derecho y perdí un dedo de la mano izquierda, aparte de la metralla que llevo adentro, pero estaba convencido de que íbamos a ganar, que ese era el precio de la lucha por las ideas, y al final, gané. ¡Aquí me tienes! El “chaparrito” (por Franco) murió, y ha vuelto la democracia, aunque no sea cual la que deseábamos, pero hoy podemos hablar y pensar sin que nos dirijan la vida, ni nos marquen el pensamiento. Me siento orgulloso de haber luchado y haber ganado al fascismo, después de 40 años... Otros 40 años llevamos sin él y eso demuestra que nuestra lucha no fue en vano. Y como yo, tantos otros, media España...” ...